En alguna ocasión, tras haber realizado la compra
on-line de un billete de autobús o avión, me he encontrado con que se abría una
pestaña nueva en el buscador, ofreciendo un vale de cierta cantidad de dinero
para gastar en futuras compras de billetes.
Por un lado, me sorprende que regalen dinero con esa
facilidad, sin haber participado en ningún sorteo ni haber sido consciente de promoción
alguna. Al mismo tiempo, me asombro al ver que la empresa que se encarga de
ofrecer este dinero nada tiene que ver con aquella a la que he pagado por el
billete. Esto produce que empiece a sospechar.
Además, me doy cuenta de la gran cantidad de datos a
introducir: nombre y apellidos, dirección postal y correo electrónico, número
de teléfono, etc. me doy cuenta de que se trata de un engaño casi con total
certeza, y no tomo el riesgo de intentar ver qué pasa. Considero que las
consecuencias negativas superarán, con toda probabilidad, al supuesto ticket
regalo del que hablan.
Finalmente, siento frustración, porque a pesar de no
haber caído en la que considero una trampa, mi subconsciente en un primer
momento se ha sentido con la tentación de hacerlo. Reflexiono acerca del poder
de la publicidad que considero engañosa, sobre la manera en que un mensaje
visualmente atractivo y redactado con cierta estrategia puede tentar al
cliente. Y me quedo con las ganas de saber qué hay detrás de ello, hasta qué
punto es una mentira o no y, en qué medida se aprovechan de la gente que cae en
su trampa.
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